El secreto de la casa del río, Sarah Lark




 SOLO DESCUBRIENDO EL PASADO DE SU FAMILIA,

 PODRÁ ENCONTRARSE A SÍ MISMA.

Una historia apasionante y envolvente sobre cómo el pasado puede irrumpir con fuerza y cambiar el presente para siempre.

Viena, en la actualidad. A causa de la inesperada enfermedad de su prima más querida, Ellinor descubre un secreto familiar oculto hasta entonces por su madre: la abuela materna de Ellinor fue una niña adoptada, por lo que ni ella ni su madre están biológicamente vinculadas a la que hasta entonces ha considerado su familia. En busca de sus orígenes, Ellinor viaja a Dalmacia, donde descubrirá que su bisabuelo, Franzo Zima, desapareció en medio de la noche probablemente rumbo a Nueva Zelanda. Siguiendo su rastro, descubrirá una trágica y emocionante historia de amor y desamor.



  No quedan muchos lectores en el mundo a quienes Sarah Lark les sea ajeno, bien por ser aficionados a sus novelas, bien porque, sencillamente, sus libros irrumpen un par de veces al año en los escaparates de todas las librerías.


   Por ello, no me voy a detener en quién es Sarah Lark ni en cómo llevó un subgénero, el landscape, a lo más alto de las tendencias literarias. Sí me voy a detener, por el contrario, en elogiar su nuevo título, El secreto de la casa del río: no era la lectura que me esperaba y, aun así, me ha encantado. Fue acabar la novela y, al momento, empezar a echarla de menos.


  

   Igual que en la última publicación que El club de embajadoras de Sarah Lark me permitió leer en primicia, Bajo cielos lejanos, esta historia se vertebra en dos líneas temporales, una en la actualidad y otra en el pasado que se nos va desvelando a medida que los personajes del presente van investigando y echando luz sobre ella. 


 
  

  También como en otros de sus libros, el personaje principal es una mujer que experimenta a través de un viaje a un país lejano y desconocido una pequeña aventura. En este caso, Ellinor es una historiadora que trabaja en Viena como personal administrativo universitario y que está casada con Gernot, un artista que trata de abrirse hueco en las galerías internacionales. Su meta, quedarse embarazada, pasa a segundo plano cuando, a causa de la enfermedad de una familiar, se enfrenta a la noticia de que su madre y ella no comparten lazos de sangre con la que siempre creyó que era su familia materna, y decide investigar por qué.


  Esta premisa de inicio es el detonante que mueve a nuestra protagonista de Austria a Croacia primero y a Nueva Zelanda después tras los pasos de su bisabuelo Frano Zima. No hay nada novedoso en este formato: un viaje de autodescubrimiento, destinos con mucho potencial histórico  y geográfico sobre el que escribir, personajes que se encuentran en un punto de inflexión  y una trama familiar suficientemente sólida como para unir pasado y presente.


 Entonces, ¿por qué recomiendo tan fervientemente esta novela? Allá vamos:


- La protagonista de la historia que tiene lugar en el presente, Ellinor, no es el personaje femenino al que los lectores estamos acostumbrados en este tipo de lecturas. No es valiente, irreflexiva y apasionada. Tampoco es una mujer temerosa, indecisa o tímida a quien un cambio radical en su vida le hace cambiar... No, nada que ver. Con Ellinor cuesta empatizar y cada dos por tres dan ganas de gritarle "¡Espabila!". Es un personaje alegre y sociable pero pasivo que se entrega totalmente, de manera sumisa, a su marido. Únicamente pone por encima de él el valor que para ella tienen la familia y las raíces. Ella mantiene a su pareja económicamente, renuncia por él a sus anhelos profesionales (como el doctorado), limita su vida social y se desentiende de sus aficiones. Eso, aunque suene extraño, me ha encantado. Asistir a una narración omnisciente de una protagonista tan poco habitual en esta literatura, entender su manera de pensar y de relacionarse, es revelador e interesante. Por su parte, Frano Zima, personaje central de las tramas acontecidas a principios del siglo XX, tampoco tiene desperdicio. Si bien al principio su construcción puede resultarnos facilona y tendente al cliché, según se va descubriendo más sobre él, más real se nos va antojando este donjuán dálmata. 


- Los mecanismos narrativos que se usan para contar la historia del pasado, que se divide en tres subtramas (una en Dalmacia y dos en Nueva Zelanda), son variados: un testimonio oral, un diario y el reportaje de un periodista confeccionado con viejas cartas. Esta variedad de recursos enriquecen la lectura y, aun siendo un libro extenso, el ritmo es realmente ligero gracias a esto y a una prosa con un estilo muy directo. ¡La lectura se hace incluso corta!


-Dalmacia y Nueva Zelanda en los albores del siglo XX. Sarah Lark ha destacado siempre por las ambientaciones. En dos líneas nos traslada a tierras lejanas y nos las muestra en todo su esplendor. Pero, además, Sarah en cada historia nos inicia en alguna realidad histórica poco conocida o casi olvidada. En Dalmacia, se trata de los viticultores de principios de siglo.


  Y, en las antípodas, se sigue el rastro de estos viticultores pobres, tras su emigración; jóvenes que en las postrimerías de los años veinte partieron de lo que hoy es Croacia rumbo a Nueva Zelanda para ganarse la vida como gumdiggers, extrayendo la resina de viejos kauris conservados en zonas pantanosas. La resina era una sustancia sumamente valiosa en la producción  nacional de barniz y, a su vez, este producto era un elemento fundamental en las exportaciones neozelandesas.


 La madera de los kauris, por su parte, trabajada tradicionalmente por los maoríes para sus tallas, empieza también en estos años revalorizarse como materia prima para muebles de lujo.  Los contextos sociales y económicos recreados son tan interesantes en sí mismos como las propias tramas a las que visten.  Y, en ese hervidero de oportunidades ligadas al kauri, transcurre parte de la historia de Frano Zima; la suya, una triste vida de amor, mentiras, desengaño y venganza.


  En conclusión, he devorado esta novela. Con Sarah he cruzado un océano, he recorrido un país, he conocido una época fascinante, he descubierto una realidad, la de los gumdiggers, olvidada, me he emocionado con las historias de Liliana, Clara y Alison, he sufrido con Frano Zima y, gracias a Melvin y a Ellinor, me he reconciliado de nuevo con la vida. 



 Gracias a Megustaleer y al Club de Embajadoras de Sarah Lark por el ejemplar y por contar conmigo.


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