La tierra del viento, Javier Arias Artacho


 

 
  A finales del siglo XIX, durante los últimos años de la Inglaterra victoriana, una joven muchacha se ve abocada a viajar hacia los confines del mundo después de quedar huérfana. Se trata del sur de Argentina, casi el último puerto habitado antes de alcanzar la Antártida. De Ushuaia, aquel pequeño y lejano enclave fundado por los misioneros anglicanos, solo sabe de asesinatos de colonizadores a manos de sus indígenas, pero también de la construcción de un poblado rodeado de una belleza tan inesperada como desconocida. Sophie Collinwood acabará aceptando su destino, incluso la posibilidad de casarse con un hacendado inglés para hacerse cargo de la educación de su hijo. Sin embargo, la hacienda de Daniel Summer y su familia parece haber enterrado un misterio que a ella se le irá manifestando poco a poco, en silencio, hasta que la muchacha llegue a comprender que su vida está en peligro. ¿Qué oculta aquella hacienda? ¿Quién habita entre las sombras de aquella casa?




  La tierra del viento es una novela, a caballo entre la saga familiar y el género landscape, cuyo mayor atractivo es la ambientación, recreada en Tierra de Fuego, Argentina. No es de extrañar que en un libro de este género lo más destacable sea el escenario, el telón de fondo, pero es que en este caso el "dónde" lo ocupa todo. Hacia el final de la novela, Javier incorpora también ciertos matices de novela gótica a la historia que, aunque al principio a mí me desubicaron, creo que son un acierto.

 Javier Arias demuestra un profundo conocimiento sobre Usuahia y sus alrededores, tanto desde un punto de vista histórico y geográfico (los detalles sobre flora, fauna, territorio y clima son apabullantes) como desde una perspectiva más personal: es evocador cómo relata la manera en que allí el paisaje influye en las vidas de sus gentes, llegando incluso a determinarlas. Si sois amantes de los lugares inhóspitos o de viajar pasando páginas a los lugares más insospechados, este libro es para vosotros. El trabajo de documentación que ha debido de realizar el autor se nota a cada párrafo que se lee. Quizás porque soy una enamorada irredenta de la etnografía, yo he echado de menos durante la lectura más información acerca de las relaciones forjadas entre los autóctonos (los yaganes) y los colonos, así como también sobre los modos de vida de los fueguinos.

  La narración se articula durante casi toda la obra en torno al punto de vista de Sophie, con un narrador en tercera persona. Ya, hacia el final, también se conoce parte de la historia desde la perspectiva de los personajes de Eduardo y de Daniel. El estilo que el autor emplea a la hora de escribir me parece de una calidad literaria brillante, su pluma es muy sensorial y sugerente. Sin embargo, y como contrapunto, el ritmo de lectura no es ágil: los capítulos no son cortos, hay muchas digresiones hacia el pasado, las descripciones a menudo son demasiado largas y, aunque ocurren muchas cosas, estas pasan en mucho tiempo, por lo que es difícil en engancharse a la lectura.

  La trama (usando el recurso literario del "viaje del héroe") es consistente: Sophie, para sobrevivir, deja atrás su país natal en una travesía que la aleja de su hermano menor y que la lleva a una tierra desconocida, donde debe luchar por hacerse un hueco como institutriz de la familia Summer. Una vez que está allí, trata de saber la suerte que su hermano ha corrido en Londres para poder recuperarlo. Mientras tanto, se integra en la residencia de los Summer y en la misión religiosa de poblamiento, sumergiéndose con ello en viejas venganzas entre colonos y yaganes, intrigas familiares, supersticiones y fantasmas. 

  Hay varias subtramas que, mediante giros, aportan intriga y suspense a la narración: la muerte en el pasado de Dorothy, la señora de la casa, que sigue entrañando un misterio; los secretos de Daniel Summer y de su madre Victoria; los fantasmas que visitan cada noche al pequeño Thomas; lo que Lakuta, yagana del personal doméstico de la hacienda, sabe y no revela; o la intrincada relación de Sophie con Eduardo Ariza, la única persona que en Ushuaia parece entenderla.

 A pesar de que lo que mueve a la protagonista son valores universales como el amor o la superación, yo como lectora no he logrado empatizar con ella. Entiendo sus motivaciones, pero no la acabo de conocer a ella. Quizás, el autor debería haber profundizado menos en la recreación del entorno y más en la voz de la protagonista. El personaje de Sophie está bien construido: carga con un bagaje que conocemos, tiene miedos, ambiciones, planes, etc., pero más allá de ser una chica sacrificada y valiente, no sabemos mucho sobre su personalidad, no tiene una voz propia.

  En conclusión, La tierra de viento me ha gustado. Me ha parecido una lectura con un contenido muy interesante y con una estética narrativa maravillosa. La historia en sí está bien planteada, con sus dosis de intriga y de romance. Sin embargo, algo me ha fallado: además de ser lenta y distante, la historia transmite a lo largo de sus más de 300 páginas una tristeza y un desánimo, una neblina de infortunio, que no se acaba de superar en ningún momento y que también acaba pesando al lector.


 

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