Lionheart, Ana Roux

 

    Océano Atlántico, 1805. A miles de metros sobre el agua, la flota aérea británica y la napoleónica se enfrentan por el control de Europa. Tras una dura batalla, el navío Lionheart del capitán Fellowes acaba aterrizando en una isla poblada por náufragos, entre los que se encuentra Ellen Fellowes, la hija del capitán, quien lejos de la civilización ha descubierto la libertad.


  Ambos grupos aceptan colaborar para superar sus disputas, sobrevivir a los ataques de piratas y volver a Inglaterra. Sin embargo, los cimientos de esa alianza se tambalean cuando se produce un extraño asesinato que lo cambia todo.

 

Lionheart es el primer tomo de una trepidante bilogía enmarcada en un siglo XIX alternativo, donde los barcos se desplazan por el aire, la magia impregna cada capa de la sociedad y los secretos pueden poner en peligro mucho más que un imperio.


  Esta novela llegó a mis manos hace un año, en el abril confinado de 2020. No sé si justamente fue esta privación del exterior lo que me llevó a elegir un libro de aventuras y de islas perdidas, pero el caso es que acerté. Lionheart, novela de fantasía juvenil con matices de steampunk, me dio lo que necesitaba: puro entretenimiento, sin más pretensiones ni florituras.

  Creo que algo que debe destacarse desde el principio de esta obra es su originalidad. Estos últimos meses me he atrevido con varias novelas juveniles que he acabado por puro empeño, pero que no me han dicho nada: todo eran repeticiones de tramas disfrazadas de algo nuevo, faltas de estilo y clichés que no acababan de funcionar. Sin embargo, Lionheart aúna de manera brillante el atractivo de la novela clásica de aventuras con el steampunk (elementos ucrónicos como batallas entre la Francia napoleónica y el Imperio británico del almirante Nelson nunca acaecidas, anacronismos como las aeronaves a principios del siglo XIX y ciertos elementos fantásticos como la alquimia). 

  De esta mezcla, se desprenden un ritmo narrativo muy ágil (el inicio de la novela es explosivo, pura acción) y la coexistencia de variadas y sugerentes tramas, elementos que hacen que el lector sortee la sensación de aburrimiento cuando la autora se recrea, con gran maestría, en aspectos técnicos de la armada inglesa, en el ambiente naval, en el día a día de la tripulación, en las características de la flota enemiga o cuando describe la remota isla del Atlántico en la que las vidas del capitán Fellowes y de su hija Ellen acaban confluyendo. El trabajo de documentación que la autora ha debido de llevar a cabo para estas recreaciones ha tenido que ser, cuanto menos, arduo, pero lo integra muy bien en la historia, con un extenso vocabulario técnico y una jerga muy particular.

  A través de un narrador en tercera persona y desde una perspectiva coral, la española Ana Roux logra dar vida a personajes bien trabajados y, en el caso de los protagonistas, (Ellen, Samuel Fellowes, Thomas y Adelaide) con un arco dramático sólido, coherente e interesante, y con voces muy personales. Los personajes que rodean a los arriba mencionados son numerosos y todos con roles definidos. Si alguno, como Hansford, "padrino" de Ellen, cae en un cliché narrativo, es un tópico necesario y bien llevado. 

  De estos personajes, la que más peso tiene en la historia es Ellen, una joven impulsiva, terca, rebelde, decidida, independiente y leal que, para cuando arriban, tras el naufragio, el padre y sus tripulantes a la isla, se ha convertido en la líder nata de los anteriores supervivientes y de otros habitantes del lugar. Ella es el azote del padre, cuyo mayor afán es protegerla y devolverla a su hogar sana y salva, para que lleve una vida de señorita honorable, pasando por alto sus deseos y capacidades. Thomas, por su parte, es teniente del capitán Fellowes y viejo conocido de Ellen. Es un joven irlandés, de gran corpulencia, cierta torpeza social (en parte causada por el bullying que sufre por no ser inglés como los demás) y gran trayectoria profesional que ve lastrada su carrera por sus orígenes humildes. Mantiene cierto afecto con Ellen que evoluciona, a fuego lento, hacia algo más, sin ser esta trama sentimental en ningún momento un pilar fundamental de la novela. Para acabar, Adelaide es un personaje sumamente intrigante: es una esclava que, en el naufragio, ha conocido la libertad y que quiere preservarla a cualquier precio para protegerse tanto a sí misma como a su hija Nannette, íntima amiga en la isla de Ellen.

 
  Con estos personajes, el lector acude a naufragios y tormentas, a desafortunados encuentros en la isla, a una precaria convivencia entre todos los náufragos, a asesinatos y maldiciones, a historias de fantasmas, a disputas entre los jefes de los distintos grupos, a planes de regreso truncados, a despedidas, a inesperadas amistades y relaciones... El hilo argumental es tan amplio que las tramas y subtramas que lo alimentan parecen ser infinitas. Imposible aburrirse. Todo esto es narrado en un estilo juvenil y desenfadado, con una pluma sencilla y con gran presencia diálogos, sin una profundidad estética destacable, pero sí con un léxico totalmente apropiado para la fabulosa ambientación. 

  En definitiva, seguiré atenta a las novedades de esta joven autora, cuya fama, estoy segura, sería mayor de haber calado en el mercado anglosajón...  Suerte, Ana.

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