La mansión de los chocolates, de Maria Nikolai


Stuttgart, 1903. Como hija de un próspero fabricante de chocolate, no parece que el futuro de Judith Rothmann vaya a estar sometido a muchos sobresaltos. Lo que se espera de ella es un buen matrimonio e hijos que aseguren la continuidad familiar. Pero las previsiones son engañosas y el destino, imprevisible. La aspiración de Judith es tener un rol importante en la compañía, y casarse sin estar enamorada no entra en sus planes. Mientras tanto, Hélène, su madre, cansada de una ciudad y un marido que ahogan su espíritu libre y apasionado, sigue una cura de reposo a orillas del lago de Garda. Allí descubre que todavía está a tiempo de cambiar su anodina vida en Alemania por otra independiente y libre en Italia.






  La mansión de los chocolates es una dulce novela romántica cuya trama se desenvuelve en una preciosa ambientación histórica que hará las delicias de los aficionados de ambos géneros narrativos. 


 De las páginas de este libro, de lectura ágil (capítulos breves) y prosa sencilla, se deslizan las  historias vitales de dos mujeres, Judith y Hélène, hija y madre, que acontecen respectivamente en Stuttgart  (Alemania) y en Riva, en el lago de Garda, y Venecia (Italia).


  La de Judith es la historia principal y refleja la evolución de una joven de rica familia burguesa (su padre es el propietario de la famosa fábrica de chocolates Rothman) desde los encorsetados círculos sociales que la rodean y las rígidas normas de conducta en las que ha crecido hacia la emancipación, la realización profesional y, en definitiva, la felicidad. Además de sus entrañables hermanos Karl y Anton que protagonizan divertidas travesuras, del personal del servicio (Dora, Robert, Gerti, Babette...), de sus amigas Dorothea y Charlotte, y de las trabajadoras de la fábrica (como Pauline), hay un personaje, Victor, que es clave en la transformación de Judith, no por ser su detonante sino por ser su apoyo incondicional. 


Victor Rheinberger, a su vez, protagoniza su propia subtrama. Ésta empieza en la fortaleza prusiana de Ehrenbreitstein, donde cumple condena por una falta de honor. Desde su salida, él huye de Berlín y de la carrera militar que,obligado, había iniciado en el pasado y trata de comenzar una nueva vida en Stuttgart, primero trabajando en la fábrica de chocolates Rothman y más tarde haciéndose un hueco en el mercado con un invento que su amigo Edgar Nold y él desarrollan. Sin embargo, alguien tiene aún un asunto que resolver con él y, entre espías y contra-espías, la vida de Victor se va complicando más de lo que él había esperado. 


  Por su parte, Hélène huye de un infeliz matrimonio concertado y del que nunca sintió como su hogar hacia un sanatorio en Riva, donde empieza desde cero dejando atrás su pasado (y, por ende, a su marido e hijos). De esta manera, comienza a pintar, a ganarse la vida sin depender del señor Rothman y a forjar amistades afines. Es decir, comienza a labrarse su propia vida, una en la que se siente cómoda y ella misma, enfrentándose así a los roles impuestos por su posición social y, sencillamente, por ser mujer.

 La lectura de este libro se asemeja a hallar un portal temporal por el que poder observar el día a día de algunas familias burguesas y de algunos aristócratas, las condiciones de vida de los asalariados de las fábricas,  los abusos que habían de soportar en algunos casos los empleados del servicio doméstico, etc. Esta novela, que no se caracteriza por grandes intrigas y peca un poco de predecible, es un paseo tranquilo y sosegado por la Europa de comienzos del siglo XX a través de los ojos de dos mujeres que se revuelven ante lo establecido.

 
  La construcción de los personajes es convincente y, aunque son numerosos (al final podemos encontrar un índice de los mismos), se nota que la autora ha trabajado en cada uno de ellos pues ninguno queda desdibujado u ocupa un lugar o un rol incoherente con la propia historia. Sí que es verdad que la transformación que Judith experimenta está ya un poco manida como elemento vehicular de toda una trama pero, al fin y al cabo, la novela es sobre su historia por lo que tampoco resalta especialmente como un tópico o un cliché. Y Victor, personaje masculino, en el desenlace se alza como el salvador de una forma tan exagerada que desmerece de un modo casi insultante a las protagonistas femeninas.



 En cuanto a la ambientación histórica, se asiste al nacimiento de la lucha sindical, del movimiento obrero y de la expansión del pensamiento socialista. También, a la segunda revolución industrial y a  un incipiente y discreto movimiento feminista. Todo ello, como telón de fondo de las historias de Judith y de Hélène.

  En conclusión, La mansión de los chocolates es lectura amena y entretenida que, sobre todo, encandila por la fantástica recreación histórica y por la sencillez de una bonita historia de amor.


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