Cuatro sagas juveniles que no recomiendo

 Una llama entre cenizas, Sabaa Tahir


 

  Primera entrega de una bilogía distópica ambientada en una sociedad militar de la Antigüedad clásica. La trama, una rebelión en el seno de la academia bélica oficial, se articula a través de las voces de los dos protagonistas, con una narración en tercera persona. El primero de estos dos personajes es Elias, joven soldado que, al borde de su graduación, comienza a plantearse el orden establecido en el que siempre había creído y, a la vez, detestado. Por otro lado, Laia, una esclava infiltrada en la academia militar por los rebeldes al Imperio. Cuando sus caminos se cruzan, el equilibrio reinante empieza a tambalearse. 


  A priori y aunque el argumento no sea original, estas historias suelen funcionar, aunque solo sea a nivel de entretenimiento. Sin embargo, y, a pesar de un worldbuilding interesante, inspirado en Roma y bien transformado gracias a los elementos propios, fallan el tópico enemies to lovers y  la construcción de los personajes, clichés que no sorprenden con su evolución y con los que el lector no acaba de identificarse. 


  El desarrollo de la historia es previsible, pero gracias a un ritmo ágil marcado por la acción y a una extensión breve, la lectura no se hace pesada aun cuando el interés va decayendo a lo largo de las páginas. 


  Si bien de mis palabras se desliza cierta impresión negativa sobre la obra, también es verdad que me asombró la calidad de la pluma, con un estilo muy cuidado y fragmentos ciertamente evocadores.


  Para acabar, solo recomiendo la novela a aquellos lectores que no busquen una lectura inmersiva, novedosa o de referencia; libro para quienes les apetezca evadirse un rato con una novela entretenida, sin más pretensiones.


Y vendrá la oscuridad, Katy Pool


  Primera parte de la trilogía fantástica La era de la oscuridad. Novela coral, contada a cinco voces que estructuran con su relato los capítulos de la obra. Con una narración en primera persona y una prosa fluida que sabe equilibrar entre acción y recreación ambiental, se cuenta la historia de una profecía y de cómo esta hará que nuestros cinco protagonistas acaben encontrándose. 


  La ambientación, una suerte de sincretismo entre la civilización occidental clásica y la oriental, destaca por estar muy detallada y por una recreación muy precisa y evocadora. Cada uno de los cinco jóvenes proviene de una parte del mundo por lo que, a través de sus perspectivas, el lector va conociendo la totalidad del worldbuilding creado por la autora. A pesar de esto, esta ambientación, correcta, perdería comparativamente en profundidad con las de muchas otras obras de fantasía (las de Sanderson, Patrick Rothfuss o, acercándonos ya a la novela juvenil, Leigh Bardugo o Laurie Foster, por ejemplo).


  El devenir profético, continuamente presente en el desarrollo de la trama, representa la tensión del relato, marcando el ritmo y siendo también el principal gancho de la lectura. 


  Ninguno de los protagonistas consigue transmitir su historia lo suficientemente bien como para calar en el lector: no se empatiza con ellos, pues, en gran medida, no se comprende su leitmotiv (ni sus aspiraciones, ni sus motivos, ni sus anhelos...). De igual modo, no se aprecia evolución ni puede hablarse de arco dramático alguno. La construcción de los personajes ha ahondado más en el escenario de  origen o el pasado de cada uno de ellos que en sus propio presente narrativo.


   La trama se limita a las aventuras y desventuras que cada uno de los personajes corre en su camino, consciente o inconsciente, hacia el lugar profético que debe ocupar. Me gusta cómo la inclusión de las profecías en las historias aporta tensión, pero no cómo a menudo anula el libre albedrío y desarrollo de los personajes. Creo que en este caso el cliché de la profecía está mal llevado y arruina una ambientación con potencial.


  Por último, la novela es de extensión media, casi quinientas páginas, pero de lectura ligera gracias a la alternancia de las voces narrativas y a una pluma directa y sencilla.


  En conclusión, no recomiendo especialmente este libro a no ser que al lector le apetezca especialmente conocer esta curiosa ambientación inspirada en varias culturas de la Antigüedad en la que la importancia de las creencias religiosas, los designios divinos y las supersticiones cobran bastante relevancia.


Furias y tormenta, Jennifer L. Armentrout



   Libro de urban fantasy, de la trilogía El Heraldo, escrito por la aclamada autora de novela juvenil. Todas las reseñas de esta historia que encuentro en la red son muy favorables, casi apasionadas, por lo que no acabo de entender por qué a mí me ha resultado esta lectura tan decepcionante. Era la primera vez que leía a la autora y me sorprendió el lenguaje tan coloquial y el estilo tan sumamente sencillo, demasiado para mí, que emplea en su narración. Creo que la falta de una pluma más adulta y cuidada hizo que no pudiera disfrutar de la historia, que no acabara meterme en ella. Y, aunque cada autor tiene un sello estilístico propio, creo que es un error asumir que la novela juvenil gusta más cuanto más facilona es su lectura. 


  Esta primera entrega es, por lo visto, el spin off de un personaje de otra exitosa saga anterior, Los elementos oscuros, por lo que la ambientación es la misma. En esta historia, Trinity permanece protegida de los demonios gracias a las gárgolas en el centro de entrenamiento en el que ha crecido. Sigue ahí, escondida, debido a unas capacidades sobrenaturales que, de conocerse públicamente, la pondrían en  peligro. Cuando su secreto sale a la luz, Trinity debe escapar para proteger a su familia y lo hace con Zayne, una gárgola con un pasado oculto.


  El personaje de Trinity no está mal: una joven irreverente, sarcástica y divertida, con una discapacidad visual y un poder sobrenatural, dos particularidades que la señalan como un bicho raro. Este personaje no destila toda la frescura que lo habría caracterizado hace años, pues este tipo de protagonistas empiezan a abundar en la literatura juvenil, por lo que, aunque funciona bien en su historia, tampoco podemos decir que sea novedoso. Conocemos toda la historia desde su voz, la cual narra además en primera persona, lo que fomenta la empatía del lector con Trinity, enfatiza la personalidad espontánea de la protagonista y transmite su evolución, bastante destacable, a lo largo de las páginas. En cuanto a Zayne, me parece un personaje plano que solo gana por lo que no es: ni es el cliché sexy, atormentado y tóxico que tanto ha abundado durante años en la literatura juvenil ni el salvador valiente y perfecto ya casi superado en el panorama literario actual.


  La trama, una huida frenética con un desconocido misterioso por el que la protagonista se siente atraída, no tiene tampoco nada de original y se torna completamente predecible en su desarrollo, durante el cual la pareja debe resolver ciertas intrigas para salvar el mundo (cómo no...) con algunos giros de efecto no tan sorprendentes como la autora debía pretender. Por otro lado, la ambientación no está lo suficientemente explorada, es solo un telón de fondo sin importancia alguna, y de todo el trabajo de recreación de la autora solo destacaría la inclusión de un fantasma amnésico, estridente y carismático apodado Cacahuete.


  No voy a negar que el libro tiene matices muy cómicos, que es breve y que, gracias a la acción y la ligereza del estilo narrativo, se lee muy rápido, aunque la sucesión de los acontecimientos no sea particularmente rápida . Sin embargo, se olvida la historia tan rápido como se disfruta, pues no hay nada en ella que no hayamos leído en anteriores ocasiones, y ni la ambientación, nada trabajada, ni los personajes (solo Trinity se salva), equilibran la balanza...


  Solo recomendaría este libro a amantes de la literatura fantasía juvenil que no les importe leer historias ya muy manidas y que tampoco prioricenn la calidad narrativa sobre otros factores.


  
Mentes poderosas, Alexandra Bracken


  Primera entrega de una distopía adolescente publicada durante el furor que este género causó hace algunos años a raíz de grandes éxitos como Divergente o Los juegos del Hambre. 


   Este libro me ha resultado una versión apresurada y descafeinada de los arriba mencionados, pero con un planteamiento más simple, una ambientación poco trabajada, un estilo nada depurado y unos personajes tan clichés que daba cierto apuro leer sobre ellos: era como estar ante una falsificación demasiado burda y sentirse culpable por consumirla.


  La parte buena de este libro es que el ritmo es acelerado y no decae en ningún momento, por lo que la lectura, aun no interesando demasiado, no se estanca. No se me ocurre un motivo para recomendar esta novela que no sea el de calmar con cualquier cosa la nostalgia por ese boom de distopías juveniles que vivimos hace un tiempo.

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