Un mechón de pelo y nueve palabras: «Esta era ella. Este, su pelo. Yo, su asesino». Ten cuidado con lo que ocultas.
La aparición de un mechón de pelo junto a un inquietante anónimo provoca la reapertura del «caso Alicia», la joven asesinada hace quince años en un monte de Cantabria; el hecho podría confirmar una terrible sospecha: ¿y si el autor del crimen no fuera el hombre encarcelado por ello hace más de
una década?
La eficiente y metódica inspectora Herreros se verá obligada a liderar la investigación entre un Bilbao opresivo y un Madrid frenético mientras seguimos los pasos en primera persona del inspector Brul, su jefe y mentor, el hombre que mantuvo una relación con la víctima meses antes del suceso.
Este absorbente thriller, de casi 500 páginas en su versión de bolsillo, es una novela policíaca con un fuerte componente psicológico. No es, sin embargo, la reapertura del caso de Alicia (leitmotiv de la trama), lo que hace de la lectura una experiencia totalmente adictiva; son los personajes.
A través de la investigación de los inspectores Brul y Herreros que, a las pocas páginas dejan de ser tal para sencillamente ser Álex y Natalia, se van desgranando las claves del asesinato de Alicia; un caso del que se van deshilachando otras tramas, todas interrelacionados entre sí y, al tiempo, conectadas con el pasado del inspector Brul. A su vez, Herreros se ve implicada emocionalmente con su jefe Alex, y, por ello, inmersa en una lucha interior y en un remolino de presiones, intereses, miedos y sospechas.
La tensión del libro, el factor que hace el lector no pueda despegarse de sus páginas, se sitúa al inicio de la lectura en unos protagonistas envueltos en una atracción sexual confusa e inoportuna y en una relación jerárquica turbulenta; un macabro juego de desconfianza, compañerismo y autoridad.
Según avanza la investigación criminal sobre Alicia, la trama se torna trepidante y, hacia la mitad del libro, la tensión se desplaza a cada página de la vida personal de Alex y Natalia al caso, el cual cada vez se vuelve más complejo, oscuro y amenazante.
La narración se articula en torno a dos voces, la de Álex y Natalia, expresadas en primera persona y que se alternan capítulo a capítulo. Es llamativa la perfecta adecuación de cada voz con la construcción del personaje, lo que se llama el perfil lingüístico. Dicho de otra manera, es totalmente coherente el cómo habla cada protagonista con cómo actúa o cómo piensa, lo que sumado a una construcción profunda (tanto a nivel psicológico como a nivel de caracterización) tiene como resultado unos protagonistas sólidos y muy reales, totalmente creíbles.
Por el tipo de historia, no se aprecia en los protagonistas un gran arco dramático subjetivo (una evolución moral o psicológica), aunque sí uno objetivo (la transformación de sus circunstancias). Esto me ha gustado mucho; es novedoso de cierta forma, ya que no todas las grandes historias deben, en mi opinión, encarnar, por ejemplo, el viaje del héroe. En este caso, a Brul y a Herreros se les presenta como dos adultos de cierta madurez intelectual (que no emocional), con unos valores morales y éticos muy asentados, con unas opiniones muy sólidas y con todo un bagaje vital muy determinante. Por esta razón, no cabe en la novela plasmar un destacable crecimiento personal de los personajes. De hecho, desde el inicio de la lectura me embargaba la sensación de que la autora llevaba ya mucho tiempo caminando con Álex y Natalia y sabía, a la hora de escribir su historia, todo, absolutamente todo, sobre ellos.
En cuanto a la estructura de la novela, me parece deslumbrante el manejo que la autora hace de los tiempos; el cronológico y el narrativo, equilibrio visible sobre todo en la voz de Brul, repartida entre el presente y sus recuerdos con Alicia. Así, también considero destacable la estudiada dosificación de la información: Greta Alonso omite o insinúa datos, engañando al lector y favoreciendo los giros.
El ritmo es cambiante. El inicio es sosegado e introductorio, la tensión de los personajes lo ocupa todo; hacia la mitad la tensión de la trama se vuelve insoportable (amenazas, acción, suspense, miedo...). Al final, cerrado, se llega a través de una precipitación de sucesos más hollywoodienses de lo que yo personalmente me había esperado (ojo, lo cual no es ni bueno ni malo).
La ambientación no es, precisamente, cozy o confortable. A caballo entre Bilbao, Cantabria (Santoña y Potes) y Madrid, los protagonistas transitan entornos asfixiantes, opresivos, misteriosos, angustiosos, grises... , no porque estas lugares sean así, sino porque así se sienten los narradores, Natalia y Álex, en ellos. Me recuerda la recreación ambiental a la reflejada en las novelas de Dolores Redondo, que con cielos plomizos y días lluviosos intensifica el carácter oscuro de sus novelas.
Por su parte, el estilo de Greta Alonso me ha sorprendido. Acostumbrada a disfrutar de sus publicaciones reflexivas de Instagram, no me esperaba una prosa tan directa, donde no hay hueco para las digresiones descriptivas o evocadoras, y con tal abundancia de diálogos (lo que disfruto muchísimo). Se aprecia una pluma muy cuidada y con una gran riqueza léxica.
Por último, añadir que me han encantado ciertas referencias, propias de una generación que hoy atraviesa la treintena, como la de una canción del grupo cántabro de rock La Fuga. Además, los diálogos o los monólogos internos de Natalia y Álex están repletos de verdades, expresadas de un modo muy divertido o, por el contrario, muy crudo. Tengo señalado la mitad del libro.
En conclusión, una novela a la que llegué con unas expectativas altísimas que se han visto superadas con creces. Un libro que desde que acabé no he dejado de recomendar, cosa que creo seguiré haciendo durante bastante tiempo. Me quedo con muchas ganas de leer la próxima historia de Greta Alonso, ya en marcha.
*Si vais a buscar información sobre ella que sepáis que "Greta Alonso" es un pseudónimo, pero que podéis seguir su perfil en redes.
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