Pan de limón con semillas de amapola, Cristina Campos

 


  Durante el invierno de 2010, en un pequeño pueblo del interior de Mallorca, Anna y Marina, dos hermanas que fueron separadas en su juventud, se reencuentran para vender una panadería que han heredado de una misteriosa mujer a la que creen no conocer.

  Son dos mujeres con vidas muy diferentes. Anna apenas ha salido de la isla y sigue casada con un hombre al que ya no ama. Marina viaja por el mundo trabajando como cooperante de una ONG.

  Mientras intentan desentrañar el secreto que encierra su herencia, tendrán que hacer frente a los viejos conflictos familiares, a la vez que intentarán recuperar los años perdidos.

  Esta novela es una historia sobre la amistad femenina, sobre secretos guardados y recetas de pan olvidadas. Pero, sobre todo, es la historia de unas mujeres que aprenden a decidir, con libertad, sobre su futuro. 



  Pan de limón con semillas de amapola es una dulce y breve ficción contemporánea, contada a dos voces con un narrador en tercera persona. Esta historia sigue la vida de dos hermanas muy dispares, Marina y Anna, que se reencuentran en Mallorca, su tierra natal, tras llevar catorce años sin verse.


  Ambas protagonistas, así como sus voces, están muy bien perfiladas y, al ser personajes tan sumamente distintos, a través de ellas nos cruzamos con un montón de temas diferentes (la cooperación internacional, los retos de la maternidad, las dificultades de la adopción, las implicaciones legales de la inseminación artificial con donación de esperma en Europa, las relaciones familiares, la tiranía de las apariencias sociales, el envejecimiento, el amor…) y, también, con dos perspectivas sobre la vida casi antagónicas. Estos dos personajes están profundamente construidos y son el eje principal de la novela, por encima de la trama o de la ambientación.


  La vida de Marina ha venido marcada desde su adolescencia por el desapego materno y por su ambición profesional, lo que la ha llevado a trabajar como médico alrededor de todo el mundo, sin echar raíces ni querer hacerlo hasta que Naomi, una pequeña etíope huérfana, se cruza en su vida.


  Por su parte, Anna ha llevado una cómoda y anodina vida en la ciudad de Palma, renunciando al verdadero amor a favor de, como quería su madre, un matrimonio de su mismo status social. Con el tiempo, Anna se va marchitando en soledad: a su lado, un marido ausente, una hija adolescente a la que no entiende, su fiel y silenciosa empleada filipina, y sus nuevas “amigas” del club.


   Ambas vidas se ven trastocadas al heredar de una desconocida un horno y una panadería en el pintoresco pueblo de Valldemossa, en la sierra de la Tramontana. Este inesperado suceso provoca su reencuentro y un punto de inflexión en sus vidas. 


 
Valldemossa

  A pesar de la sencillez de la trama, sin giros ni sobresaltos, y de un ritmo sosegado, la historia engancha al lector por la calidez que desprenden la ambientación y sus personajes. 
Cada capítulo da comienzo con una receta repostera tradicional, y a lo largo de las escenas se deslizan ligeras descripciones de las calas, los pueblos, la ciudad de Palma, las costumbres, las relaciones vecinales... , todo ello aderezado con términos en mallorquín que trasladan al lector a la isla.



   A mí, personalmente, me encantaba leer sobre Antonio, un joven pescador, y sobre Anna y su padre, compartiendo amaneceres en su "llaut". Además de las dos protagonistas, los personajes que más destacan son los carismáticos vecinos de Valldemossa y, sobre todo,  Úrsula, una anciana escritora argentina con una lengua muy afilada. La introducción de este tipo de personajes, casi caricaturescos, aporta mucho humor la relato, equilibrando apropiadamente la balanza, en detrimento del drama.


  Cristina Campos se expresa en esta obra con un estilo muy cercano, de muy fácil lectura, y con una pluma muy fluida. Si tuviese que poner alguna pega, solo se me ocurre una: es tal el afán de agilizar la trama que la autora cae en concesiones que pecan de inverosímiles, como en la de explotar una panadería de un día a otro solo con ilusión, sin ningún papel administrativo ni licencia previa.


 

  

En conclusión, una lectura con sabor a salitre y a pan de limón totalmente recomendable para el verano, para disfrutar y reflexionar con temas controvertidos  que son tratados con ligereza, humor y, sobre todo, cariño. A mí lo regalaron el día antes de irme a Mallorca de vacaciones y devorarlo allí, in situ, descubriendo sus escenarios, fue una experiencia lectora inolvidable.





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