Búscame donde nacen los dragos, de Emma Lira



   La historia gira en torno una mujer joven y un punto de inflexión. Marina tras una pacífica - pero no por ello menos dolorosa- ruptura de pareja decide dejar atrás la vida en común que compartía con su compañero Miguel desde hacía diez años en Madrid. Para ello, esta periodista se traslada de manera temporal a Tamadaya, finca de Tenerife que ella visitó tiempo atrás por motivos de trabajo y a la cual ha regresado en varias ocasiones con fines semejantes (reportajes, guías de viaje...).


      Con el único propósito de marcar un paréntesis en su vida, Marina se ve envuelta, gracias a su afán por involucrarse en historias ajenas y en aventuras, en una trama que pondrá en entredicho muchas de las supuestas certezas acerca de los guanches,  los indígenas que habitaban solos  Tenerife y demás islas canarias (bajo otros denominativos) antes de la llegada de los españoles.


    Todo comienza con unos ojos vacíos. Tan vacíos, quizás, como las expectativas que antes de observarlos Marina albergaba en su interior. Cuando llega a la finca de sus amigos  Kristin y Ángel, estos le muestran una calavera, en teoría guanche, hallada en ese mismo lugar cuarenta y cinco años atrás. Con solo mirar las cuencas vacías de esos ojos, Marina sabe que eso es lo que necesita. Una historia que no sea la suya. Un rompecabezas que no sea el de su propia vida. Unas preguntas que no sean las que lleva a cuestas desde que salió de Madrid. Así pues, se pone a ello. 


    Marina comienza la investigación de ese hallazgo arqueológico visitando el museo de la Naturaleza y el Hombre, interrogando a quienes estuvieron presentes tanto tiempo atrás en la excavación de urgencia y, finalmente, poniéndose en contacto con Fernando Mederos, antropólogo de la facultad de Historia de la Universidad de la Laguna. También entra en contacto con el jefe de obras de la finca, Nacho, ingeniero que está dirigiendo la instalación de  una planta fotovoltaica en una zona de la gran finca de Tamadaya y que podría dañar, si lo hubiera, el yacimiento arqueológico. Mientras intenta reconstruir una parte de la historia local de Tamadaya y seguir la pista a los desaparecidos restos arqueológicos recuperados allí hace casi un lustro, alterna con los veraneantes de la zona -en especial, con la vividora Amanda-  y se va haciendo poco a poco a su alrededor con un grupo de amigos que la acompañará en su investigación.


    Tal labor de sabueso lleva a Marina a entablar relaciones con expoliadores, coleccionistas de antigüedades, lingüistas, doctorandos de Arqueología, antiguos vecinos de la zona, etc. y a moverse a caballo entre la más estricta legalidad y las reprobables y dudosas maneras de jugar a exploradores.


     Mientras el sol atlántico acaricia la piel de Marina en un otoño teñido de aventura, la historia de los guanches se desdibuja entre las páginas de este maravilloso libro. Los lectores, a través de las palabras de Marina, de Fernando o de personajes entrañables como el "mencey loco", asisten a capítulos sobre  la conquista española de las islas, a la transmisión de sus leyendas y mitos o a la explicación de sus modos de subsistencia, a la descripción de su mundo espiritual, de  su distribución por las islas, de su jerarquización social, de su organización política, de sus conocimiento de medicina natural o de las lagunas arqueológicas que no permiten aún completar su historia.


      Todo este compendio de conocimientos - que en ningún momento llega a abrumar al lector sino que agrava su sed de saber - se acompaña  de rigurosa información acerca de los trámites administrativos con  los que los arqueólogos deben lidiar para hacer efectivo su trabajo así como del ambiente académico de la profesión (reputación, credibilidad, rigurosidad, competitividad y, al fin y al cabo, el más que necesario trabajo en equipos y la interdisciplinariedad de los mismos). También se reflejan las disyuntivas y los desacuerdos que suelen surgir entre las empresas constructoras y los arqueólogos encargados de supervisar el desarrollo de las obras  (plazos, parones de las obras, falseamiento de datos, sobornos, negación de las evidencias arqueológicas halladas...).


    Además de eso, se saborean en algunos tramos de la lectura divertidos intercambios de estereotipos y generalizaciones acerca de los periodistas - y sus ínfulas de investigadores en campos que desconocen - y de los arqueólogos y sus pretensiones de hacerse respetar mediante el uso de tecnicismos y expresiones de la profesión que el resto de interlocutores desconocen. La autora refleja estos comportamientos y los desarma para hacer ver que ni los unos están siempre tan desinformados ni los otros son, por costumbre, tan pretenciosos.




    Pero de todo este torrente de realidad, quizás sea lo más interesante (o al menos para mí) el eterno debate acerca del destino de los restos arqueológicos. Una mujer letrada y dedicada a la divulgación como es Marina condena las prácticas irregulares de expolio y  de especulación de antigüedades sin dejar ningún rastro de duda. 


 

 

   Sin embargo, oponerse tan categóricamente a la apropiación de restos y a la omisión de información se torna más complicado cuando las razones son sentimentales y no lucrativas, cuando los beneficios se sustituyen por principios. ¿Para qué dar constancia a las autoridades? ¿Para que cuerpos de guanches que eligieron descansar para toda la eternidad en esas tierras se trasladen a polvorientas cajas de saturados almacenes? ¿O, tal vez, simplemente para aportar conocimiento a la sociedad? ¿Para iluminar fragmentos de la historia que aún se mueven entre las penumbras?


     Con todo lo escrito hasta aquí, uno puede creer que la novela de Emma Lira es más un reportaje que una obra de ficción. No es así. Todos estos conocimientos y realidades referidos más arriba son novelados de manera excepcional por la autora. 


     Los personajes son frescos y divertidos. Sus expresiones locales son matizadas por un acento canario entrañable y su estilo coloquial les otorga una cercanía que funciona de maravilla. En cada una de esas cervecitas que los protagonistas toman en una terraza contemplando el mar, el lector cree - y desea- ser parte del grupo. Como era de esperar, es el de la propia Marina el personaje con el que el lector más se identifica, pues todos hemos sentido alguna vez ese ansia de escapar y de evadirse que la domina durante todo el relato. A pesar de ello, todos los demás personajes están bien caracterizados, y aunque la narración se configura por completo en primera persona, se llega a empatizar con todos ellos: con sus puntos de vista, sus sentimientos y sus circunstancias.


     De los personajes yo destacaría uno secundario que, apareciendo tan solo en tres o cuatro ocasiones contadas, impregna la novela de un fabuloso realismo mágico. Me refiero al "mencey loco", un viejo contador de historias ciego (al estilo de los rápsodos griegos) que transmite la tradición oral de la isla y que será fundamental en el desarrollo de la trama. Este personaje, sin duda, os enamorará.


     Los entornos y los paisajes por los que Marina se mueve para desentrañar los misterios que la calavera guanche trae consigo son descritos de forma ágil sin, por ello, escatimar en detalles. Su recreación es eficaz hasta el punto en que lector desea hacer ya la maleta y acompañar por esas tierras a la protagonista. Tenerife es solo uno de esos entornos, para saber a qué otros lugares viaja debéisleeros el libro, claro.


      Para acabar, cabe comentar la búsqueda personal que Marina experimenta a lo largo de la novela y que se alza como un elemento fundamental de la obra. Es una búsqueda sincera, cotidiana y agradable. No al estilo de Reza, come, ama. Es una búsqueda que empieza y acaba y que se declara totalmente personal sin pretender establecerse como una guía, o un ejemplo. No es una búsqueda acertada o envidiable si quiera. Es, tan solo, una historia personal. La reflexión también se hace notar entre los capítulos y se diluye en apartados breves pero de mucha fuerza. 


      Por último, en cuanto a la historia de amor..."haberla, haýla". Esta es sencilla y algo predecible, es un atributo más de la historia pero no el central. A mí personalmente me ha agradado su desarrollo para ser una parte secundaria de la trama. No obstante, reconozco que tampoco habría venido nada mal ahondar un poco más en el personaje masculino que Marina "elige". 


    ¿Una pega? Puede. Sí y no. A pesar de que admito que la autora se ha esforzado mucho en explorar cómo trabajan arqueólogos y antropólogos, que se ha empapado de la cultura y la historia guanche para escribir la novela y, lo que es mejor, que lo ha sabido transmitir todo de una manera perfecta, quizás deje un sabor de boca de "aventura" y "exploradores" que empaña la disciplina de la Arqueología. No todo es tan sencillo. Los análisis son caros y tardan en llegar, los profesionales de un mismo equipo no siempre están de acuerdo, trabajar sin autorización es muy arriesgado y conlleva consecuencias muy considerables, no todos los arqueólogos (y menos los reputados) acogerían tan bien y tan rápido los proyectos de una periodista no especializada en Arqueología y a la que desconocen por completo, etc... 


    Pero eso es solo realidad y esto es ficción, una novela. Una novela que os recomiendo mucho a todos. 


Más información sobre la novela la podéis encontrar en:


Y sobre Tamadaya, finca real en la que comienza en la ficción la historia de Marina, en:
http://www.dondenacenlosdragos.com/

Se agradece el envío del ejemplar a la editorial Plaza&Janés.


4 comentarios :

  1. Sin entusiasmarme, pero esta historia me gustó, quizás por lo que de contiene de la historia canaria.

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  2. Sí, lo mejor es justamente eso. La dosis de Historia que de forma amena va contando, :)

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  3. Hola! (✿◠‿◠)
    Que linda reseña <3 Me lo apunto que me ha llamado mucho la atención =)

    ⏃♥ Arya ♥⏃

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