Esencias. Fenómeno 2012, Sergio R. Alarte


   Fenómeno de 2012 es el nombre que recibe lo que hace pocos años se consideró el fin del mundo según el calendario maya. O eso fue lo que publicaron periódicos y noticiarios de todo el planeta el segundo semestre de aquel año, en base a cálculos numerológicos, astrológicos y esotéricos. Pero, ¿es cierto que, de alguna manera, ese año hubo un cambio profundo en la sociedad a nivel planetario? ¿Se abrió algún tipo de portal para llevar a nuestra civilización a un nuevo escalón de conciencia?

  Sisco y sus amigos son solo un grupo de chicos marginados en su pequeño pueblo, tienen miles de inquietudes y un club de lectura; Javo y sus colegas son todo lo contrario: tipos duros de una banda de moteros, con todas las balas de la juventud a mano y el carácter para utilizarlas. Ambos grupos viven en Melinda, un pueblo de la huerta no muy lejos de Valencia donde el día a día es tan anodino como en cualquier otra pequeña villa. Sus monótonas vidas se verán conmocionadas por la llegada de unos forasteros, que solo presagia el advenimiento de algo más grande y terrible. Un suceso que logrará sacudir su realidad, y la de toda una época de la humanidad, hasta sus mismos cimientos.



  Esencias. Fenómeno 2012 es una novela autoconclusiva de fantasía juvenil urbana ambientada en Miranda, un pueblo valenciano.  En esta somera descripción del libro que tenemos entre manos están contenidos los dos motivos por los que pedí a Masa Crítica un ejemplar de esta historia: el primero, porque es fantasía en formato autoconclusivo, por fin nos alejamos de sagas infinitas, y el segundo, porque es un urban fantasy ambientado en España.  Las pocas obras de fantasía juvenil que he encontrado recientemente situadas en España en nuestro panorama editorial me han parecido auténticas joyas poco promocionadas, como La maldición del verdugo de Nesa Costas o Norte de Tamara Gutiérrez Pardo.

  Deslizarse por las páginas de este libro equivale en ligereza y entretenimiento a ver una película de instituto estadounidense:  tribus urbanas, rivalidades, inseguridades, relaciones, celos..., todo ello muy bien ambientado en un pueblo español  de esos en los que nunca pasa nada, y girando alrededor de una original trama fantástica.

  La trama principal, lidiar con las "esencias" y aprender a relacionarse con los forasteros, comparte protagonismo con hilos narrativos menores, como las relaciones entre estos adolescentes tan dispares entre sí o las confrontaciones entre los dos grupos, el de moteros, con Javo como líder, y el de los raritos con Sisco como protagonista. Además de varias líneas argumentales, la narración se sirve de saltos temporales y de flashbacks  para dar aun más información al lector. El uso de estos recursos narrativos, la presencia de muchos diálogos, una pluma de estilo juvenil y desenfadado, y una narración coral en primera persona hacen que el ritmo de lectura se agilice cada vez más según se avanza en la historia.

   Aunque son varios los puntos de vista desde los que se narra la historia, hay dos personajes con más peso que el resto:  Javo y Sisco, cada uno de ellos representando a uno u otro grupo de personajes. Para ser los protagonistas, se me han antojado planos y con querencia al clichéSin embargo, los secundarios (Cintia, Toni...) están mejor, dado que su protagonismo es menor y, por tanto, también lo que nos esperamos de su complejidad.

  Javo es el jefecillo de los moteros,  popular, malote, macarra y con la tía más guapa del instituto como novia, Lorena. Solo piensa en fiesta, sexo, alcohol y velocidad, y se expresa como si él mismo fuese una parodia exagerada de todos los kinkis de España juntos. No me creo al personaje y no es solo culpa de su voz, de su perfil lingüístico; es por un fallo de construcción. Susan E. Hinton, siendo solo una adolescente, recreó en su famosa novela Rebeldes el ambiente desestructurado, chulesco y problemático de los outsiders. Y sí, como Sergio R. Alarte, para hacerlo se valió de jergas y expresiones juveniles, pero también se esforzó en que el lector conociera a los personajes: sus miedos, su pasado, su inseguridades, su manera de enfrentarse a la vida, etc. Y, entonces, porque los entendíamos, los aceptamos. Sin embargo, en Esencias apenas conocemos a Javo y a sus amigos, los cuales carecen de evolución o arco dramático, y no estamos dispuestos a aguantar durante cuatrocientas páginas una manera de hablar que en la vida real no soportaríamos ni cinco minutos. No obstante, en las partes contadas por Sisco la jerga es juvenil pero más convencional y  cuando se leen, se suaviza bastante la sensación de incomodidad. 

  Por todo lo anterior, puede suponerse que me he llevado cierta decepción con este libro. Aunque la novela me ha entretenido y aunque creo que el planteamiento tiene potencial, que la ambientación es original y que la estructura y el ritmo son acertados, el fiasco con los personajes y con sus voces ocupa tanto en mi experiencia con la lectura que lo acaban estropeando todo.

  En conclusión, a pesar de que a mí este libro se me haya acabado atragantado a causa del estilo y de los personajes, considero que esta novela tiene un público objetivo muy reducido (adolescentes más amantes de las tramas de instituto que de las fantásticas), pero al que le encantará la historia.

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