La última paloma, Men Marías


  Frente a la base naval de Rota, tras el cordón policial que acordona la brutal escena, un grupo de vecinos clama que se haga justicia: el cuerpo de la joven Diana Buffet yace salvajemente mutilado y con unas enormes alas cosidas a su espalda. Ni las cámaras ni el helicóptero de vigilancia de la base han captado una sola imagen que pueda servir a la investigación; algo incomprensible.

  La sargento Patria Santiago sabe que el asesino va a volver a matar, pero nadie la cree, ni siquiera el cabo Sacha Santos -a quien le gustaría ser algo más que su compañero-, porque al igual que piensa el resto de Rota, Patria ha convivido con el dolor demasiado tiempo como para ser de fiar.

  Una sola pista, la investigación que Diana estaba haciendo sobre la base, y su relación con la desaparición de una joven hace sesenta años, cuando los americanos llegaron a Rota, parecen ser los únicos hilos de los que tirar.

Solo quien conoce el dolor puede enfrentarse a un crimen tan macabro




  Con un estilo descarnado y directo, Men Marías narra en la La última paloma unos hechos duros, desgarradores: un caso criminal cruento, contado a través de Patria Santiago, un personaje crudo, difícil y a menudo confuso, pero de una construcción narrativa intachable. 


 

  La historia se estructura en Rota torno a dos líneas temporales principales: una en 2019; otra a finales de los años 50, cuando los americanos llegaron a la base naval. Aparte, en algunas escenas se retrocede a los años noventa o a algún  otro momento impreciso para conocer aspectos importantes del pasado de los protagonistas. Estos saltos temporales, a lo Joël Dicker, agilizan el ritmo de la novela, el cual, ligero de por sí, también se vale de la alternancia entre los narradores  principales en primera persona (Patria y su compañero Sacha) y otros secundarios en tercera persona para dinamizar la lectura.




  La trama, que gira en torno al asesinato de Diana y a los secretos de la base naval, es tan espeluznante que no se hacen necesarios grandes giros: es el propio avance de la investigación, con sus sospechosos y sus subtramas, lo que poco a poco y de forma creciente hace que el caso se torne obsesivo y la novela adictiva. De la páginas de este libro se deslizan varios temas (el maltrato, el abuso, el acoso, la violencia familiar, el fanatismo, la maternidad, la salud mental...) y me gusta mucho el tratamiento que se hace de ellos. Sin ambages, sin rodeos. Es como si toda la trama, la historia, fuese una excusa que la autora ha usado para gritar libremente muchas verdades.


  Destaca el arco dramático de Patria, a cuyo punto álgido se llega al final de la novela. Dicha evolución se narra a través de las escenas del pasado y de los recuerdos de su tía Candela. La “Escaleras” lleva a sus espaldas un bagaje psicológico muy bien construido, acorde con su voz narrativa, y que justifica la manera en la que esta particular protagonista se relaciona con el mundo y, sobre todo, con Sacha. Por su parte, la construcción de Inés, personaje vertebrador de lo sucedido en los años cincuenta, también me ha resultado interesante, profunda y realista.


  La ambientación, Rota, está conseguida a base de diálogos y de pensamientos. Se marcan las diferencias entre ambas épocas y se subraya el paso del tiempo y de las costumbres, pero apenas hay lugar para las descripciones y los detalles, ya que el estilo de la autora es muy funcional. Se trata de una pluma sencilla, directa y sin florituras, salvo para retratar a los personajes: sus reflexiones y pensamientos, en una suerte de prosa poética, son certeros y honestos.


  Como únicas y pequeñas pegas, dos. Algunas referencias (el perfume de Patria, la canción de Lobo Hombre en París, las manos desgastadas de la madre de Sacha…) se me han hecho algo repetitivas, aunque entiendo el papel que este énfasis cumple en la tensión del relato o en el desarrollo de los personajes. Por otro lado, al inicio de la lectura me desconcertaron el estilo de la autora y los cambios de tipo de narrador. 


  En definitiva, un libro que se lee con el estómago, con las entrañas: duro pero necesario, a la par que intrigante.

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