El indiano, Maria Montesinos

Héctor Balboa, un indiano enriquecido en Cuba, regresa al cabo de los años a España con la intención de reconciliarse con su pasado e introducirse en los influyentes círculos económicos e industriales de la sociedad de 1883. Llega rebosante de planes de progreso y con la esperanza de hacerse un sitio respetable en su tierra natal, Santander. Sin embargo, pronto se dará cuenta de que para formar parte de esa sociedad deberá aceptar sus rígidas reglas y acordar un matrimonio ventajoso con alguna joven casadera que le abra las puertas a los grandes negocios forjados entre los políticos, empresarios y aristócratas que se dan cita cada verano en Comillas. 


Balboa no dudará en sacrificar el amor a sus propias ambiciones personales hasta que se cruza en su camino la obstinada Micaela Moreau, una joven solterona de Madrid, empeñada en cambiar el destino de las niñas sin educación y al mismo tiempo, defender su libertad e independencia frente a los designios marcados por su familia. 


Una historia de amor que cambiará el rumbo de dos corazones decididos a perseguir sus propios destinos, sin doblegarse ante las convenciones del momento. 




   Este es un de esos libros que llega a tu vida de casualidad y te hechiza desde la primera página, deseando desde el principio que no llegue el final. Todos y cada uno de sus elementos me entusiasmaron y, a día de hoy, cuatro meses después, busco aún un libro que me haga sentir tan afortunada por haberlo elegido. Es como si la autora se hubiese colado en mis pensamientos mientras paseaba por una librería y hubiera volcado en su perfecta creación aquellos ingredientes que siempre estoy buscando, consciente o inconscientemente, en un libro: una ambientación bien recreada, tramas que en su desarrollo hacen al lector conocer de manera amena otras realidades (si son históricas, mejor), personajes principales bien definidos que saben evolucionar de forma acorde con la historia que protagonizan, una prosa cuidada... 

  En este caso, la historia de Héctor y Micaela se desarrolla entre Santander y Comillas, en Cantabria, a finales del siglo XIX y, además de por una historia de amor que realmente ocupa pocas páginas, el libro se caracteriza por plasmar con una facilidad apabullante los lugares, las gentes y los acontecimientos de entonces. El Indiano, de María Montesinos, es historia social, política y económica de Cantabria (reflejo en parte de la historia del resto del país),  historia del arte con la construcción de El Capricho de Gaudí como telón de fondo y es, también, un alegato feminista (entendiendo por ello, la lucha incansable de muchas mujeres en pro de la igualdad a lo largo de los últimos dos siglos). Por sus páginas pasean o son mencionados personajes como Francisco Giner de los Ríos o Emilia Pardo Bazán, entre muchos más.

 
Vistas de la bahía desde el Faro de Cabo Mayor, 2018


  Quizás, y sólo quizás, parte del placer que experimenté durante la lectura se deba a que soy de Santander, y leer casualmente, sin saberlo ni planearlo, sobre su bahía o sobre su palacio de la Magdalena, teniéndolo justo enfrente, mientras el sol de septiembre me acariciaba la piel, fue un lujo inesperado. "Recordó la impresión que se llevó la primera vez que visitó con su madre la casa-palacio de sus tíos en Santander siendo una adolescente y se asomaron a ese mismo balcón colgado sobre el promontorio. La belleza de la bahía le llenó los ojos de mar y le robó la palabra, para regocijo de su madre. Ahora, esas mismas vistas le infundieron la tranquilidad que necesitaba para pensar"



  El Indiano cabalga entre la novela histórica y la romántica teniendo, en mi opinión, mucho más peso su condición histórica que romántica. Con esto, quiero decir que ningún aficionado a la historia debería perderse el libro por su connotación amorosa cuando, en esencia, la relación entre Héctor y Micaela se diluye en sus propias historias personales; la de él de venganza, la de ella de ambición. 


  Héctor deja atrás Ruiloba, su aldea, cerca de Comillas, siendo aún un niño, huyendo de un suceso que procuró la temprana muerte de su madre y el abandono de su hermana menor. Huye para salvarse, pero con una sola idea en la cabeza: regresar algún día para vengarse de quien destrozó la vida de su familia. Cuando lo hace, cuando consigue volver, ya no es un crío asustado, sino un adinerado indiano que ha hecho fortuna en Cuba y que, aunque encuentra su tierra natal anclada en el pasado tanto industrial como social y políticamente, decide hacerse un hueco en los círculos de las altas esferas, sea cual sea el precio a pagar. Solo así, siendo uno de ellos, podrá descubrir a quien llevó la desgracia a los suyos, y arrebatarle todo lo que posee.  "Por eso, cuando desembarcó en Santander se encontró con una ciudad apacible, adormecida en el balanceo placentero de los baños de olas, en los debates acalorados y estériles entre liberales y conservadores, una ciudad, en fin, estancada en el comercio de harinas y cervezas con las Antillas, su asombro inicial dio paso a la decepción y a un cierto menosprecio por su propia tierra añorada en la distancia durante tantos años".


Baños de ola de Santander, siglos XIX-XX





  Micaela, por su parte, vive en Madrid y es una más de las muchas jóvenes que, por no haber contraído aún a su edad, veintimuchos, un ventajoso matrimonio, es casi una paria de la sociedad, que en el futuro no tendrá más opción que la de cuidar de su madre y, con suerte, de los hijos de quien la quiera como institutriz. Pero ella quiere seguir estudiando, como hace en la Asociación para la Enseñanza de la Mujer, y ser maestra. Pretende inculcar nuevos valores a las niñas y demostrarles que pueden ser algo más que meras acompañantes cultivadas de sus futuros maridos y madres modelo de sus futuros hijos. "Educación de las mujeres, sí, pero con el único fin de que contribuyeran a la felicidad de sus maridos y se encargaran de la instrucción de sus hijos en la razón y el conocimiento empírico que tanta falta hacía en un país tan atrasado respecto a Europa". Micaela vislumbra una oportunidad para poder llevar su sueño a cabo cuando la invitan a pasar un verano con sus primas, hijas del Marqués de Peñubia, en Comillas desde donde planea darse a conocer en Santander en la escuela de niñas de las señoritas Ruano como futura empleada.




 

Vista panorámica de Comillas


 

El Capricho de Gaudí, Comillas


  Primero en Santander y luego en Comillas, los destinos de Héctor y Micaela se entrecruzan una y otra vez, reconduciendo el devenir de sus planes de venganza y ambición, mientras la vida social y artística de Comillas bulle a su alrededor. Asistimos muy de cerca a la construcción de El Capricho de Gaudí, la futura residencia de Máximo Díaz de Quijano, a través de la figura literaria de Román Macías, arquitecto que supervisó las obras junto con el señor Cascante (figura histórica), persona de confianza del genio catalán. Mediante la celebración de eventos, reuniones y fiestas conocemos la vida diaria de los habitantes de Comillas y disfrutamos de algunas curiosidades sobre la geografía y la historia de los montañeses que van a deleitar a los que han conocido o conocen el entorno: que Comillas fue puerto ballenero, que fue el primer municipio en disponer de electricidad, la importancia del Seminario Pontificio o que Comillas fue capital de España durante un día, en 1881, en otros muchos datos igual de interesantes. También se ponen de relieve aspectos de la ciudad de Santander o se mencionan lugares como el faro de La Cerdá, el peñasco con forma de camello, el Puntal, la Península de Magdalena, el café Suizo, la iglesia de la Anunciación, la calle Hernán Cortés..., todos ellos visitables en la actualidad. Aunque en menor medida, otros enclaves como el de San Vicente de la Barquera, aparecen como escenarios puntuales.


Celebración del Día del Indiano, recreación histórica

  Pero más allá de la recreación histórica (que hace especial hincapié en la transformación del mundo rural, en el desarrollo de la industria y en un feminismo temprano) y de la sugerente ambientación, la historia gira en torno a dos personajes principales cuyos verdaderos seres tienden a rebelarse ante los cánones de su tiempo y las convenciones establecidas, pero que necesitan, sin embargo, de una posición respetable para lograr sus objetivos. La evolución de estos dos personajes está verdaderamente bien perfilada a través de gestos, actitudes, pensamientos y conversaciones, tanto que aun cuando ambos escenifican partes contrarias, el lector se ve dividido entre ambos, sin poder decantarse por alguno de ellos. El desarrollo de su relación encauza las tramas de ambos y sus encuentros son divertidos y mordaces, pero también, aunque en menor medida, tiernos y dulces. Destacan otros personajes entrañables como Ana y Amelia, las primas de Micaela, o Candela, la hermana de Héctor. El ritmo de la novela, siendo el estilo profuso en descripciones y explicaciones que aportan consistencia a la ambientación, no lo considero lento pues se ve continuamente aligerado con una buena presencia de diálogos. La verdad es que es admirable la labor de documentación que la autora ha debido de realizar para que El Indiano supure verdadero amor por los sitios, la historia y el arte de los que habla, haciendo que cualquier lector sienta un renovado interés por el modernismo, la figura de los indianos o de las escuelas para mujeres, por ejemplo.



 Como defecto profesional de historiadora, me asalta la duda de si quizás el empleo en alguna ocasión de vocablos y expresiones oriundas (con la consabida dificultad que lleva el hallarlos y emplearlos correctamente) habría dotado de más verosimilitud a algunos diálogos. Y, por otro lado, me embarga el efecto de otro defecto personal, esta vez el de correctora, y me hace comentar que hay algún error ortotipográfico en la versión digital en Amazon de la novela (minúsculas tras puntos y seguidos, espacios mal maquetados, etc.), nada que no se pueda arreglar en una siguiente edición, y nada que no se pueda olvidar con la visión de la preciosa portada.

 En conclusión, una lectura más que recomendable para los amantes de la novela histórica y de la romántica o, sencillamente, para los enamorados de la Tierruca que quieran saber un poco más sobre el pasado indiano que nos precede.


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